«Esta es la crisis de la rentabilidad”, decía hace unos pocos días a PyP un importante comerciante de la región. El autor de la frase encabeza una cadena con una treintena de sucursales propias y 150 empleados directos, es decir, en su actividad maneja un menú de decisiones diarias que lo llevan a conocer en primera persona las idas y vueltas que plantea una economía inflacionaria.
Con la definición también diferenciaba el actual momento de otras crisis conocidas, como la tremenda caída de ventas de 2001, la disparada de los precios de los meses siguientes o el badén que implicó la crisis con el campo en 2008.
Ahora es la rentabilidad el principal motivo de la incertidumbre.
En otro rubro, también vinculado con el comercio, un experimentado mayorista le ponía números y datos a esa crisis de la que hablaba su colega. Para un comercio con décadas de presencia en su segmento, vinculado a productos que no son ni alimentos ni bebidas, el margen neto se sitúa entre el cinco y el siete por ciento.
Ese porcentaje es el último jugo que queda, después de pagar la mercadería, proveedores, alquileres, salarios, impuestos nacionales, provinciales y municipales, cargos fijos de distinta naturaleza, servicios y amortizaciones de capital, entre una larga lista.
En algunos casos, los costos también incluyen el intrincado proceso para nacionalizar mercaderías traídas desde el exterior.
Cualquier modificación en ese esquema de costos, como un ajuste de alícuotas o un tributo nuevo (la hotelería, por ejemplo, paga cinco tasas vinculadas con derechos de audio y video) altera el esquema.
El peso salarial y la pérdida de productividad son los factores de los que más se quejan, en particular, en ámbitos de pequeñas y medianas empresas, las más expuestas a los barquinazos.
¿Cuál es el costo de un empleado? Claro que varía por actividad, rubro, puesto y antigüedad. Pero en el sector privado no es equivocado decir que un empleado con cinco años en la empresa, es decir, con capacidad probada para el puesto, implica unos nueve mil pesos mensuales, de los cuales unos seis mil a siete mil son el salario propiamente dicho y el resto costos laborales de distinta índole.
Vender, vender, vender. ¿Cuánto hay que vender para pagar esa carga salarial por puesto? Es la gran pregunta del momento, distorsionada por la inflación. Hay actividades que demandan unos 35 mil pesos mensuales de venta, otras necesitan no menos de 50 mil pesos por mes. La división es sencilla, ese empleado debe justificar ventas por entre 1.500 y dos mil pesos diarios.
Otro número ronda por la cabeza de los empresarios. ¿Cuánto debe ser la venta global de la empresa para obtener una rentabilidad que mantenga alguna correlación con el capital?
“Supongamos –comenta un comerciante con 35 años en su rubro– que yo quiero ganar 25 mil pesos mensuales; habiendo pagado todo y sin dejar pasivos acumulados para el futuro, necesito que mi negocio venda 500 mil pesos mensuales”, describió.
Otra división sencilla: esa facturación dividida 24 días hábiles exige una venta diaria no inferior a los 20 mil pesos. Cuando aparece un feriado establecido y un feriado no previsto (como el próximo 26 de noviembre), ya la cuenta cambia.
Los descriptas son algunas de las facetas de la crisis de rentabilidad que afronta el empresariado chico y mediano. El grande hace las cuentas de otra forma y fija objetivos de largo plazo donde la supervivencia diaria no está en juego. Pero, ya se sabe, las dos terceras partes del empleo provienen del primero.