Hace unos meses, la oposición se encontró con una ¿noticia deseada? El llamado a elecciones unificadas, presidenciales y provinciales, para el próximo 25 de octubre, una costumbre institucional que se había perdido en Misiones desde hace ya varios calendarios. Eso de votar todo el mismo día: presidente, gobernador, legisladores, intendentes y concejales.
Esa convocatoria, parecía indicar que la oposición, dispersa en sus fuerzas, había encontrado entonces, frente al poderío económico y territorial que ostenta el Frente Renovador K -desde hace doce años-, algo de respiro; casi como un terreno fértil de igualdad de condiciones a la hora de competir por la aparente tracción que suelen ejercer los presidenciales en pugna.
Se abrió, incluso para muchos agoreros, la oportunidad única de reeditar la construcción de un “gran frente opositor”, con chapa, adhesión y hasta con logística electoral, que facilite un embate con chances a la hora de disputar la Gobernación y algunas intendencias claves.
En ese contexto, el peronista Frente Unidos, liderado por el ex gobernador Ramón Puerta, quizás fue uno de los primeros en analizar y proyectar la oportunidad de las elecciones unificadas, frente a tantos años de sequía y dispersión.
Observan y observaron, desde que Maurice Closs unificó los comicios, que las chances presidenciales exhibidas por el peronista Sergio Massa y el jefe del PRO, Mauricio Macri, en la pugna de fondo por entrar al ballotage contra el “elegido” del oficialismo K, Daniel Scioli, podría ser clave para inyectarle votos a un frente opositor en Misiones. Y así, en esa línea de lógica o pronóstico, destronar a los renovadores de su larga estancia en la Gobernación misionera.
En medio de ese escenario, el peronismo anti K, un poco generoso pero también ávido y emprendedor de un posible triunfo que los deposite en La Rosadita, les ofrecieron públicamente –también en negociaciones íntimas- a la cúpula y a los candidatos consagrados de la UCR, ser los líderes en la conformación de un “verdadero frente de la oposición”.
La experiencia de 2006 contra la “reelección indefinida” y los comicios parlamentarios de 2013, cuando ambas fuerzas y sus listas de candidatos conquistaron unos 300 mil votos, son suficiente motivaciones para que los peronistas del Frente Unidos imaginen una propuesta electoral, asociados con sus primos o adversarios históricos.
“Si la hora de la historia lo demanda y somos prolijos y solidarios a la hora de coincidir con un plan de ideas bien puntuales, se puede gobernar cuatro años en una transición que respete la recuperación institucional de la Provincia”, alegó Puerta, cuando allanó su partido a resignar el liderazgo opositor en manos de la UCR.
Puerta sostiene que hay premisas que aproximan a peronistas, radicales y cuanto partido de la oposición ofrezca su militancia y acuerdo. La recuperación de las instituciones; la verdadera independencia de los poderes de Estado; la caída de la Ley de Lemas, de las reelecciones en todos los ámbitos; la férrea lucha contra la corrupción, y la reivindicación de las economías productivas sin el ahogo fiscal, son premisas más que suficiente para un gobierno de transición que termine con tantos años de agobio feudal.
En 2006, en pleno comienzo de reinado de la Renovación K, la oposición misionera se unió sin pruritos ni egos para frenar la reelección indefinida pretendida por el caudillo kirchnerista Carlos Rovira. Fue un triunfo arrollador, con más de 8 puntos de diferencia, frente a un aparato provincial y nacional que pusieron todo, principalmente millones de pesos en recursos públicos.
Sólo un año después, aún sofocado por el sacudón electoral de esa resistencia con el Obispo Joaquín Piña como estandarte, el oficialismo, con Maurice Closs como gobernador y Rovira como diputado provincial, lograron recomponer filas y triunfar en unas de las elecciones más reñidas y cargadas de sospechas de los últimos tiempos.
Desde entonces, el oficialismo se encargó de minar cualquier expresión o proyecto que haga indivisible a sus principales adversarios, en una misma boleta u oferta electoral.
Desde entonces, la empresa o compañía política Closs-Rovira o Rovira-Closs, se mantiene en el poder vivita y coleando; como si conociera cada uno de los movimientos, pensamientos y porque no hasta la doblez de varios de sus pretendidos adversarios electorales.
¿VIVIR DE INTERNAS O GOBERNAR?
Ayer lunes por la tarde, la cúpula del radicalismo, con el eterno candidato Hernán Damiani como máximo líder de ese cónclave, se declaró en estado de “asamblea permanente”. Dicen que en breve decidirán su futuro inmediato, ante semejante proposición de sus primos peronistas, para conformar un frente electoral que gobierne la Provincia de Misiones.
Pero el radicalismo, lejos de analizar esa proposición de poder real, se declaró contrariado por no poder resolver la “interna” que protagonizan con el Pro de los hermanos Alfredo y Humberto Schiavoni, un sello electoral que ofrece a Mauricio Macri como la panacea de todas las conquistas electorales por devenir.
Curiosa vacilación para un partido centenario, como el radicalismo, que dice contar con una estructura afilada en cada uno de los 75 municipios y más de 150 candidatos a intendentes; cuando el Pro, por ahora, sólo le ofrece –o le ofrecía- la estampita de Macri en sus listas y algo de oxígeno financiero para una empresa comicial donde sólo se aspira a ser segunda fuerza.
En el peronismo, donde la mayoría de sus líderes están acostumbrados a matar o morir en cuestiones de pelear por el poder real, evaluaban anoche que la “fluctuación radical” podría obedecer a la debilidad de algunos de sus líderes, acostumbrados a convivir en la aristocracia periférica del oficialismo gobernante. O bien, a esa eterna angustia heredada de una generación que se resignó más a ser oposición que a gobernar una provincia, el país o un simple municipio de tercera categoría.
En criollo, los “peronchos” más ortodoxos, sospechan que la UCR, cuando desprecia a un ejército de dirigentes y militantes embarcados en dar la batalla final por la Gobernación, no hacen más que acentuar ese karma que sobrellevan desde hace años: vivir sólo de las internas, conquistar algunos espacios parlamentarios, y desecharse como posible fuerza de alternancia en el poder gubernamental.
¿Perdió la vocación de gobernar la UCR o de librar duras batallas contra la corrupción y los despilfarros de los dineros públicos de este Gobierno?. Por ahora, el radicalismo se declaró en estado de “asamblea permanente”, quizás como excusa de su propia claudicación electoral. O quizás, más grave aún, como una suerte de premeditación de sus desgastados líderes por no reconocerse –o valorar en sus huestes de recambio- con el poder suficiente para gobernar la Provincia. Permitirse o darse la oportunidad para acuñar esa frase de Príncipe, que sostiene que “…Vale más hacer y arrepentirse, que no hacer y arrepentirse”.